La agricultora de los desfavorecidos
Katie Stagliano nació en el siglo XX por los pelos, pero su mentalidad y perspectiva existencial pertenecen inequívocamente al nuevo milenio. Esta joven de 21 años, natural de Summerville, Carolina del Sur, ha sabido conjugar el emprendimiento con las causas nobles, y a día de hoy es la orgullosa fundadora del proyecto Katie’s Krops, una red de huertos solidarios, presentes en más de 30 estados, con los que consigue alimentar a miles de personas con bajos recursos.
Son grandes cifras para alguien tan joven, pero es que empezó muy pronto y a lo grande: cuando tenía tan solo 8 años, recibió una bolsita de semillas de col, las plantó en su jardín trasero y acabó con un formidable ejemplar de más de 18 kilos. Asombrada por su tamaño, enseguida se dio cuenta de que eso era muchísimo más de lo que su familia necesitaba o iba a ser capaz de comer, de modo que no dudó en donarla a una asociación local sin ánimo de lucro, donde la usaron para hacer una sopa que dio de comer nada menos que a 275 personas. Katie, con una asombrosa precocidad y buena voluntad, empezó a calcular a cuánta gente podría dar de comer si contase con un jardín entero y repleto. Y se dio cuenta de que era mucha. Ahí nació el proyecto Katie’s Krops (los Kultivos de Katie).
No mucho después, en 2008, inauguró su primer huerto solidario, y desde entonces no ha dejado de crecer y expandirse por todo Estados Unidos. En 2018, tras una década de trayectoria, donó casi 18 toneladas de frutas y verduras a asociaciones sin ánimo de lucro, con las que podría haber alimentado a 250.000 personas distintas. Sin pedir nada a cambio, sin presumir, sin dejar de querer crecer.
No mucho después, en 2008, inauguró su primer huerto solidario, y desde entonces no ha dejado de crecer y expandirse por todo Estados Unidos. En 2018, tras una década de trayectoria, donó casi 18 toneladas de frutas y verduras a asociaciones sin ánimo de lucro, con las que podría haber alimentado a 250.000 personas distintas. Sin pedir nada a cambio, sin presumir, sin dejar de querer crecer.
Al año siguiente, fue premiada por la iniciativa Feeding Better Futures, que le hizo entrega de un cheque de 50.000 dólares y le asignó un mentor para ayudarla a seguir mejorando su proyecto. Por supuesto, Katie invirtió esta jugosa cantidad en abrir nuevos huertos y aceptar más agricultores voluntarios (tenían más solicitudes de las que eran capaces de asumir, financieramente hablando) para poder seguir dando soporte alimenticio a comunidades desfavorecidas y en riesgo de exclusión social, un problema sobre el que está plenamente concienciada. Como ella misma dice: “El hambre puede afectar a cualquiera. Hay muchas familias al borde de no poder poner comida en su mesa. 1 de cada 6 personas en Estados Unidos se encuentra en situación de hambruna. Los productos frescos no deberían ser un lujo, sino algo básico en cualquier hogar”.
Actualmente, Katie cursa estudios de comunicación y sostenibilidad medioambiental en la Universidad de Charleston, una carrera que sin duda la ayudará a llevar su iniciativa al siguiente nivel.
Uno de los grandes méritos de Katie, además del obvio y principal, es que está enfocando la gestión de los huertos a las nuevas generaciones, a una juventud que, como ella, está más preocupada y concienciada por estos asuntos que las generaciones precedentes. Como puede verse en su Instagram, donde apenas sobrepasa los 2000 seguidores (ojalá su causa se viralice, llegue a los oídos adecuados y pueda recibir más ayudas), los encargados de sembrar, recolectar e incluso cocinar los alimentos son niños y adolescentes, jóvenes que dentro de no mucho serán adultos y habrán crecido y madurado con una sólida conciencia social y medioambiental, la única vía de escape a los problemas que afronta nuestro planeta. Y lo está haciendo por partida doble, porque todo lo cultiva y dona es, naturalmente, vegetal, con lo que contribuye a reducir las emisiones y el uso de agua, concienciando a todos los involucrados y beneficiados sobre la importancia de una dieta de este tipo frente a las basadas en productos animales, mucho más contaminantes, derrochadoras y nocivas en general. También apoya esta causa regalando semillas a quien quiera iniciar su propio huerto y apostar por la sostenibilidad desde la base.
Actualmente, Katie cursa estudios de comunicación y sostenibilidad medioambiental en la Universidad de Charleston, una carrera que sin duda la ayudará a llevar su iniciativa al siguiente nivel.
Uno de los grandes méritos de Katie, además del obvio y principal, es que está enfocando la gestión de los huertos a las nuevas generaciones, a una juventud que, como ella, está más preocupada y concienciada por estos asuntos que las generaciones precedentes. Como puede verse en su Instagram, donde apenas sobrepasa los 2000 seguidores (ojalá su causa se viralice, llegue a los oídos adecuados y pueda recibir más ayudas), los encargados de sembrar, recolectar e incluso cocinar los alimentos son niños y adolescentes, jóvenes que dentro de no mucho serán adultos y habrán crecido y madurado con una sólida conciencia social y medioambiental, la única vía de escape a los problemas que afronta nuestro planeta. Y lo está haciendo por partida doble, porque todo lo cultiva y dona es, naturalmente, vegetal, con lo que contribuye a reducir las emisiones y el uso de agua, concienciando a todos los involucrados y beneficiados sobre la importancia de una dieta de este tipo frente a las basadas en productos animales, mucho más contaminantes, derrochadoras y nocivas en general. También apoya esta causa regalando semillas a quien quiera iniciar su propio huerto y apostar por la sostenibilidad desde la base.
Stagliano ha publicado un libro donde cuenta su historia personal, cómo unas semillas de col le cambiaron la vida y encontró su vocación siendo aún una niña, que puede adquirirse en Amazon. Aparte de en sus redes sociales, Katie publica distintas novedades sobre la marcha del proyecto en su blog oficial, donde también comparte recetas en las que los vegetales son los protagonistas. Como dato curioso, esa primera y descomunal col que dio inicio a todo sigue siendo el vegetal más grande que ha logrado cultivar, y las coles siguen siendo sus verduras preferidas por esa razón.
Pese a recientes dificultades, como haber tenido que trasladar su primer huerto a otros terrenos, Katie encara esta segunda década con una influencia y relevancia crecientes, ofreciendo becas a jóvenes interesados en seguir su camino, inspirando a muchos a preferir un futuro más verde y sostenible, enseñando a decenas de comunidades cómo aprovechar al máximo los recursos, y, sobre todo, alimentando a miles de personas que, sin su admirable contribución, estarían en una situación extrema, o quizá ni siquiera estarían ya. Si aquí siguen, es en buena parte gracias a una joven que regaló a sus vecinos lo primero que la tierra le regaló a ella.
Pese a recientes dificultades, como haber tenido que trasladar su primer huerto a otros terrenos, Katie encara esta segunda década con una influencia y relevancia crecientes, ofreciendo becas a jóvenes interesados en seguir su camino, inspirando a muchos a preferir un futuro más verde y sostenible, enseñando a decenas de comunidades cómo aprovechar al máximo los recursos, y, sobre todo, alimentando a miles de personas que, sin su admirable contribución, estarían en una situación extrema, o quizá ni siquiera estarían ya. Si aquí siguen, es en buena parte gracias a una joven que regaló a sus vecinos lo primero que la tierra le regaló a ella.