Ciudades como Londres, París, Bruselas o Berlín fueron destinos receptores de una productiva generación española que decidió aunar anhelos personales y profesionales, meterlos en una maleta y probar suerte en un nuevo destino.
¿Las diferencias con respecto a otros flujos migratorios nacionales en otras épocas históricas? Varias y diversas. Pero algunas principales:
-El grado de formación, variables sociodemográficas e incluso económicas de este grupo más actual era claramente superior al de por ejemplo aquellos emigrantes que decidieron marcharse en los años cincuenta y sesenta.
-La tecnología existente hoy en día es bien distinta con la de entonces: desde comprar un billete de avión hasta interconectar con ofertas de empleo a través de redes sociales y profesionales. El marco es incomparable.
-El regreso: precisamente derivado de estos dos puntos anteriores, en décadas pasadas regresar era mucho más difícil. La comunicación con familia y amigos era mucho más inconstante y cara y los vuelos, trenes o autobuses, mucho más caros e infrecuentes. Sumado al hecho de que no había Facebook, Twitter o Linkedin, se puede inferir que un gran porcentaje de la masa social que migraba se quedaba en los países de acogida y es allí donde desarrollaba su porvenir profesional y sus nuevas familias.
Sobre este último y esencial punto versa este artículo. Porque, ahora, y en consecuencia asimismo de estos tres factores, el perfil profesional que emigró por "a" o por "b", regresa al mercado nacional pasados unos años.
Y estos años, que pueden ir desde el año hasta los seis o siete, no son de gran duración, pero sí de gran impacto. Los que estuvieron en otro países de Europa, adquieren posiblemente capacidades esenciales como el desarrollo y mejora de otros idiomas y la adquisición de otros hábitos que seguro mejoran sus competencias y productividad.
Otros, como es mi caso, regresan de otras partes del mundo como Latinoamérica, otro gran feudo de recepción de profesionales españoles durante la crisis (la ventaja competitiva de una lengua en común frente a un griego o un alemán es claramente remarcable).
Años de desempeño laboral en los que aprendes que hablamos la misma lengua pero un lenguaje muy distinto, que para nada aterrizamos en "las colonias", sino que hablamos de mercados bien complejos y diferentes al español, de una serie de valores personales añadidos como la paciencia, perseverancia y un gran dinamismo propio de las economías en crecimiento, y sobre todo, una gran red de contactos nacionales y transnacionales, que serán el mejor testigo de este periplo vital.
Y llega el momento en el que regresas a Madrid. Te sientes raro porque todavía empleas palabras y términos mexicanos. Echas mucho de menos tu día a día en un hábitat que se convirtió en tu otro hogar. Pero ahora también estás en casa de nuevo. Pasarán unos meses antes de que te recuperes de este "jet lag" cognitivo.
Pero, aunque no seas ninguna fuga de cerebros, ni superior a nadie en tus nuevos contextos profesionales, sí aportarás un expertise fundamental en ciertos campos. El conocimiento de los tiempos, las personas y las cifras de unos mercados. Y este expertise hará crecer a tus nuevas redes profesionales en España y al país en sí mismo sumando los cientos de miles de personas que desde decenas de diferentes plazas en el mundo, regresan a España.
No desaprovechemos el regreso de este emigrante digital para enriquecer cultural y monetariamente nuestras empresas. Que toda la inversión en educación básica y superior no quede en balde.