Por mucho que lo critiquen aquellos que se sienten incomodados por su mensaje (esos que no quieren renunciar a sus cómodos privilegios, ya hablamos de ellos en el post sobre Greta Thunberg), Phoenix predica bastante con el ejemplo. Sí, coge más aviones que todos nosotros juntos, pero lo compensa con creces por otros lados. Aparte del detalle de haber recogido todos los premios de este último año (que no han sido pocos) con el mismo traje, parece haber adoptado la tradición de unirse a alguna manifestación local tras acabar las galas, con lo que demuestra que no tiene miedo de bajar al barro y es capaz de explotar su creciente influencia tanto a pie de calle como en un escenario. En algunas ocasiones ha llegado a ser detenido por las autoridades, como le sucedió en Washington el pasado enero mientras protestaba por el clima junto a cientos de activistas y otros actores. Tan sólo un par de días después de ganar el Oscar a mejor actor, en cuyo discurso de aceptación habló de las difíciles condiciones de las vacas de la industria láctea, fue a California a salvar a una de ellas y a su ternero de acabar en el matadero.
Por Nacho Samper, Strategy Director en DQB. Lo confieso: no he visto Joker -todavía- pero mi apuesta intuitiva y sentimental para el Oscar a mejor actor era Joaquin Phoenix. Sorry, Antonio. Más que por un probablemente merecido reconocimiento a ese gran papel que dicen que ha hecho, quería verlo ahí arriba estatuilla en mano porque sabía que aprovecharía ese pedestal, esa descomunal concentración mediática, para soltar un discurso de los que no se olvidan. Y no decepcionó. Lo que dijo, dónde lo dijo y cómo lo dijo fueron un hito más allá de lo cinematográfico, una consagración como figura influyente para con unos valores que muy pocos enarbolan con esa fuerza y convencimiento. Por mucho que lo critiquen aquellos que se sienten incomodados por su mensaje (esos que no quieren renunciar a sus cómodos privilegios, ya hablamos de ellos en el post sobre Greta Thunberg), Phoenix predica bastante con el ejemplo. Sí, coge más aviones que todos nosotros juntos, pero lo compensa con creces por otros lados. Aparte del detalle de haber recogido todos los premios de este último año (que no han sido pocos) con el mismo traje, parece haber adoptado la tradición de unirse a alguna manifestación local tras acabar las galas, con lo que demuestra que no tiene miedo de bajar al barro y es capaz de explotar su creciente influencia tanto a pie de calle como en un escenario. En algunas ocasiones ha llegado a ser detenido por las autoridades, como le sucedió en Washington el pasado enero mientras protestaba por el clima junto a cientos de activistas y otros actores. Tan sólo un par de días después de ganar el Oscar a mejor actor, en cuyo discurso de aceptación habló de las difíciles condiciones de las vacas de la industria láctea, fue a California a salvar a una de ellas y a su ternero de acabar en el matadero. En ese mismo discurso de los Oscar en que abogó por una convivencia pacífica de todas las razas y todas las especies, por el bien del planeta, también hizo mención, al borde de las lágrimas, a la estrofa de una canción que escribió su hermano River, quien murió de sobredosis en sus brazos cuando aún era muy joven. No evitó el tema de su difícil u oscuro pasado, ni trató de eclipsar su emoción, con lo que lanzó dos mensajes subrepticios igual de potentes que el resto: la masculinidad tóxica está definitivamente pasada de moda y nunca es demasiado tarde para encontrar el buen camino y enmendar todos los errores del pasado a base de buenas obras. Que alguien de su alcance mediático y relevancia social hable sin tapujos de la debilidad, el arrepentimiento y la esperanza es un gran paso adelante en la normalización de las flaquezas humanas y nuestra capacidad de caer, levantarse y prosperar. Ver dónde ha llegado después de todo lo que ha pasado es una gran inspiración, aunque tampoco es de extrañar: no fue casualidad lo de cambiar su apellido por el de Phoenix. Quienes deberían aprender bastante de su forma de comunicar, honesta y terrenal, son todos esos influencers de discurso vacío que parecen guionizados por Paulo Coelho o Mr. Wonderful; no basta con animar a ir hacia adelante, hace falta autocrítica, retrospectiva y, sobre todo, un buen propósito que exceda los propios intereses. Muchas generaciones de este siglo encontrarían más fácilmente su camino si la mayoría de youtubers tuviesen los pies en el suelo y supiesen inspirar como lo hace Joaquin. Su nombre de pila, Leaf (hoja), que también cambió al llegar a Estados Unidos y empezar en el mundo del cine, le iba que ni hecho a medida: es capaz de caer al suelo y después elevarse hasta lo más alto si encuentra una corriente que lo impulse. Quizá su difícil infancia, que le exigía constante adaptación y resiliencia, lo condujo a convertirse en un actor de método, sacrificio que siempre le ha sido devuelto en forma de reconocimiento por sus interpretaciones magistrales: cómodo en Gladiator, Jhonny Cash en La cuerda floja, Jesucristo en Magdalena. Y Joker, claro. Si le han llovido los premios por este último no ha sido sólo por la brillantez con que lo ha ejecutado (eso me han contado), sino también porque los académicos y críticos en general deben de haber valorado que alguien como él, con la sensibilidad, nobleza y bondad suficientes como para preocuparse por el planeta y cada ser vivo que lo habita, haya logrado meterse hasta tal punto en la piel de un sociópata como ese payaso que odia a la gente en general y a Batman en particular.
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Junio 2024
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