Llevamos años escuchando que "la burbuja de los influencers va a estallar".
Si nos fijamos, normalmente este tipo de aseveraciones proceden de diversos medios generalistas. Medios que parecen tener una relación amor-odio con el entorno influencer pues pese a predecir el inmediato estallido de su denominada "burbuja", no dejan de nutrirse de este sustrato para construir y publicar sus contenidos.
En paralelo, la inversión publicitaria global en el nicho de la influencia no deja de crecer.
Sí, en efecto sabemos que empresas como Samsung o P&G se organizan para democratizar el sector y evitar el fraude. Chapeau. Hay farsantes en todos los ámbitos y deben ser destapados. También en el mundo influencer. Pero simultáneamente, cientos de grandes corporaciones incrementan su inversión, y su confianza, en desarrollar campañas con generadores de contenido y personas con un radio de prescripción en nichos relevantes de población superior a la media.
Pero esto no parece ser noticia. Resulta que hay que seguir hinchando la burbuja mediática de la influencia para resaltar que ésta algún día va a explotar. Curiosa paradoja.
En este sentido, quizás convendría hacer una pausa y reflexionar desde cuándo existe la influencia, ¿Alguien sabe cuándo surgió el primer personaje influyente? ¿No han sido Alejandro el Magno, Jesús de Nazareth, Leonardo da Vinci, Marie Curie, o Madonna influencers?
¿No inspiraron a millones de personas e hicieron que, cada uno a su manera y desde su parcela, la humanidad avanzara?
¿Acaso no forjaron los romanos un derecho que todavía hoy sigue vigente y participa de los estado de derecho modernos? ¿Queen y Freddie Mercury han vuelto a la escena del cine y la música recientemente, cierto?
Incluso dejando a un lado este sentido histórico y existencial de la influencia y centrándonos en un análisis de la profesión puramente de mercado, las previsiones de crecimiento del nicho influencer en éste y en siguientes años, también parecen desmontar el mito de la explosión de la burbuja.
Las proyecciones hablan claramente de un crecimiento firme y continuado en el tiempo.
Si en cambio nos referimos a engaños, malas praxis o farsantes que distorsionan a la gente para definir a una burbuja que no tiene recorrido, obviamente eso será así siempre en este área y en cualquier otra. Sólo los comportamientos creíbles pervivirán en el tiempo, sea cual sea su ámbito de existencia. Y de influencia.
Por último, haciendo hincapié en el tan mencionado ejemplo de aquella chica que con dos millones de seguidores no consiguió vender 40 camisetas, sólo se trata de una campaña no exitosa que quizás tuvo un mal planteamiento estratégico desde el principio.
Pero, aun integrando ese caso, no parece lo suficientemente significativo para hablar de explosión de una burbuja o de cuesta abajo de una profesión.
Igualmente que no puede asegurarse la panacea del éxito por decenas de campañas que han funcionado superlativamente bien en los últimos tiempos. Y que tampoco han sido noticia.
Creo que lo más justo para los excelentes profesionales que copan este sector y para las marcas que apuestan por ellos (y que recogen sus frutos año tras año), es que hablemos de la burbuja de ciertos perfiles que se aprovechan del buen hacer y de la bonanza de la disciplina.
Y no meter en el mismo saco a todos. Pues en todos los sacos, y profesiones, hay manzanas podridas que debemos intentar eliminar para que no contaminen al resto.
Mientras tanto, seguiremos ávidos de aprender de nuevas e interesantes estrategias que emplean el marketing de influencers.
Por favor, no dejen de compartirlas.