En las sobremesas.
Ya sean en familia, tras una comida de trabajo o entre amigos, cuando en varias sobremesas se converge en la asimilación de un mismo concepto de actualidad, entonces sabemos que esa historia está próxima a inscribirse en la Real Academia de la Lengua.
Es el caso del término "influencer".
En España, esta palabra ha penetrado en las sobremesas de los hogares hasta el punto de asemejarse a otros roles superfluos que interactúan en nuestro día a día. Y seguramente, también en otras naciones (latinas, anglosajonas, asiáticas o africanas).
Para la gente de a pie, un o una influencer es alguien que adopta un estilo de vida hedonista y que publica contenidos superficiales, muchas veces asociados al mundo de la moda y al lifestyle. Además, se tiene la percepción de que haría cualquier tipo de cosa por conseguir seguidores, que subiría cualquier tipo de contenido comercial con tal de que les paguen o saquen beneficios de producto de ello, y generalmente están localizados en Instagram.
Creo que esta etiqueta ha fagocitado a los perfiles, y al sector en consonancia. Debemos admitir en nuestro orgullo y ego publicista cool que la banalización, la televisión basura y su entorno han penetrado irremediablemente en el mundo influencer. ¿Causas de esto? Seguramente muchas y diversas. Y con distintos actores y actrices. Pero no se trata de buscar culpables.
El otro día tuve una charla en un evento de uno de mis clientes con una chica que a priori podía encajar con esta definición. Con cientos de miles de seguidores, una tasa envidiable de engagement y con contenidos de video esos días bailando y socializando quizás exageradamente (como se le pedía por contrato). Tras la interesantísima conversación, me di cuenta de que los prejuicios y arquetipos no se cumplían en su caso.
Tenía frente a mi a una artista en potencia, con la ilustración como pasión y que a su tempranísima edad sólo contemplaba este tipo de contenidos asociados al ocio como algo pasajero antes de poder ganarse la vida con el tipo de creaciones que realmente le llenaban.
Me pasó lo mismo con todos los demás chicos del evento. Recién entrados en la veintena, todos tenían claro lo efímero de sus contenidos presentes. De la necesidad de facturar para ganarse la vida, ahorrar y empezar a dedicarse cada uno de ellos a lo que de verdad les apasionaba: el cine, la ilustración, montarse un negocio de diseño....
Tras impresionarme este intercambio de información, y tras rumiarla en mi mente, varias preguntas clave me asaltaron:
1-¿De verdad a esta generación con talento nunca les vamos a dar contenidos que trasciendan de lo comercial?
2-¿Sólo van a ser un medio temporal hasta que resuelvan sus vidas?
3-¿No ser merecería la sociedad aprovechar la influencia que tienen sobre sus audiencias para conseguir fines sociales y comunes a todos?
Y continué hilvanando (siempre con la premisa dequebuzziana de "exportar influencia") y, después, pensé que por qué reducirnos sólo al mercado nacional.
Hordas de chavales bien formados, sinceros y con ganas de ayudar en todo el mundo podían poner al servicio no de marcas comerciales sino de causas justas todo su ejército de seguidores. Por ende, si se consigue armar un "ejercito de influencers", ya no tendríamos sólo un ejército de seguidores; sino que, en esencia, podríamos conformar una comunidad. Una comunidad social al servicio de la sociedad.
Quizás si conseguimos organizar este ejército podemos ayudar a dar respuestas sólidas a algunos de los asuntos que nos ocupan y preocupan. Y que sin duda lo harán más aún a nuestros hijos y nietos.
La desigualdad entre géneros, la deforestación, la sangría de la extinción de animales, el desempleo juvenil.... A lo mejor, si encontramos interlocutores responsables que tengan como objetivo resolver estos asuntos trascendentes de verdad, conseguimos enarbolar una estrategia adecuada y somos capaces de colocarla sobre el altavoz de nuestro ejército de influencers y seguidores, comenzamos de verdad a cambiar las cosas.
Quizás en las sobremesas se empieza a hablar de otras cosas.
¿Nos ponemos a ello?