Vamos a obviar asuntos incomprensibles como el de los hashtags con puntos o las menciones sin @, que al fin y al cabo hacen más daño al autor que a ningún otro, para centrarnos en una lacra que persiste a día de hoy. Si creéis que exageramos, que levante la mano quien no haya recibido en el último año algún DM automático. Ahá.

Da igual que los mandéis uno a uno, personalizándolos para quedar mejor; la automatización no es el eje del problema. El contenido sí lo es.
A uno se le quitan las ganas de dar follow back, porque a los DMadores se les ve de lejos. Si te sigue una cuenta con una bio llena de hashtags y un número similar de seguidores y seguidos, huye: pulsar el botón de seguir implica recibir un mensaje directo absurdo, improcedente y probablemente mal redactado. Sí, a los que ni siquiera os molestáis en escribir 140 caracteres sin erratas os deberían expulsar de Twitter.
Ahora en serio, a muy pocos usuarios, por no decir ninguno, les interesan esas perlas de autopromoción que saturan sus bandejas de entrada; no quieren seguirte en Facebook o en LinkedIn, no quieren correr a leer tu blog, ni mucho menos quieren descargarse tu eBook o apuntarse a tu curso de coaching, ni siquiera ven con buenos ojos un simple agradecimiento por el follow. A eso hemos llegado, la contaminación del formato hace odiar hasta las buenas intenciones.
Si quieres derivar tráfico a tus otros espacios o productos, cúrratelo con contenido, no con spam del cutre. Los que usamos Twitter como herramienta de trabajo somos especialmente sensibles a estas interferencias, ya que la mensajería privada debe quedar reservada, a nuestro juicio, para asuntos importantes.
Rogamos nadie se ofenda con este humilde punto de vista. Y si alguien lo hace y deja de seguirnos por ello, que por favor no nos envíe un DM automático de despedida (mira, éstos sí nos harían más gracia).